Actualmente, las aplicaciones de traducción emplean el aprendizaje automático para mejorar la traducción a un nivel casi humano. En AADIMATIQ, empresa de traducción e interpretación, sabemos que, aunque han mejorado exponencialmente, aún no son intérpretes exactos. Los sistemas continúan representando errores de falta de contexto o dificultad a la hora de traducir.

La traducción automática ha evolucionado desde el siglo XVII, cuando Descartes ya apostaba por una traducción simultánea, pero no fue hasta la década de los 50 que empezó a coger fuerza la idea con el experimento de Georgetown. Pero ha sido en estos últimos años con el desarrollo de la inteligencia artificial (IA) que la traducción automática ha mejorado exponencialmente sus resultados, sin llegar a ser exactos.

El término inteligencia artificial fue propulsada por John McCarth y Marvin Minskyen en 1956. John McCarth la definió como «la ciencia e ingenio de hacer máquinas inteligentes, especialmente programas de cómputo inteligentes».

Para Marvin Minsky la inteligencia artificial era: «la ciencia de hacer que las máquinas hagan cosas que requerirían inteligencia si las hubiera hecho un humano».

Por lo tanto, la IA aplicada al campo de la traducción es la traducción de un idioma a otro, tal y como si lo implementase un traductor. No obstante, a la inteligencia artificial aplicada al campo de la traducción le queda mucho camino por recorrer. Aún no son capaces de ser exactos y actualmente pocas empresas deberían confiar en usar sistemas automáticos para su comunicación.

También hay que tener en cuenta la privacidad de estas traducciones. En AADIMATIQ empresa de traducción e interpretación, todos nuestros servicios van acompañados de un acuerdo de confidencialidad, mientras que cuando usamos un sistemas de traducción automática no sabemos qué ocurre con la información que le estamos dando al sistema o a las aplicaciones de traducción automática.

En definitiva, los sistemas de traducción han evolucionado y cada vez proporcionan traducciones más concretas, sin llegar a hacer el trabajo de un traductor, porque nunca, o mejor dicho, de momento no son capaces de transferir o interpretar profesionalmente. Este es el potencial de un traductor e intérprete: no somos máquinas.